No es mi costumbre machacar las películas. Al contrario, soy muy sectario con quien se dedica a destriparlas, pero es que hay algunas que se lo buscan.
El caso Slevin.
Una mierda en la que se han debido gastar millones de euros con un “elenco protagónico” del copón: B. Willis, M.Freeman, Stanley Tucci, Ben Kingsley...
Sólo hay una cosa que no tolero de las pelis: que te engañen. Que engañen al espectador, el mismo que ha gastado más de 5 € para que le cuenten una historia.... simplemente para que le cuenten una historia.
Pero no, estos te engañan, te cuentan algo para al final darle la vuelta, para que nada de lo que hayas visto corresponda a la realidad. Qué majos. Qué fácil!
Sólo una comparación, aunque sea odiosa: Alfred Hitchcock.
Lo que hace único el cine de Hitchcock (además de la dosis justa de mostrar lo más siniestro del ser humano) es que el espectador sabe más que el protagonista. Eso es lo que hace irresistible su cine y le ha convertido en un genio del 7º arte. Recuerdan la escena en que la maravillosa Tippi Hendren enciende un cigarrillo mientras docenas de pájaros van aterrizando en los postes de teléfono para esperar la salida de los niños de la escuela del pueblo de Bahía Bodega... ella está tranquila, relajada, disfrutando de su pitillo, mientras el espectador puede contemplar cómo se despliega la amenaza y no puede reprimir las ganas de avisarle...
Ahora no. El caso Slevin sorprende con violencia gratuita, repetida, reiterada y brutal... no es necesario tener un buen guión. Se confía en el buen hacer de unos grandes actores para suplir la inexistencia de historia. Es el perfecto ejemplo de por qué lo importante en el cine, la literatura y el teatro es la historia, y el resto es simplemente accesorio.
No vayan a verla por favor.
Pd: ¿se nota demasiado que que voy al cine una vez al semestre?
jueves, abril 20, 2006
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